viernes, 13 de mayo de 2011

Como sigilosa hecatombe

Su labio flotó,
sumergiéndose certero
en la memoria labrada
con soledades exquisitas,
sabio y delirante
como un súcubo arcano...

Resbaló con miradas profundas
como abrazos etéreos,
casi de seda,
robustos y transparentes.

Navegó a hurtadillas
en silencios compartidos,
con alas de un ángel
transmutado en pez
a fuerza
de tanto flotar
en vientres ajenos.

No hubo pretexto
o racional falacia
capaz de detenerlo,
prendado como
se hallaba
de las garras
absurdas de la carne:
la hebra más frágil
que quebranta
y consume;
el auriga salaz,
ególatra y certero
que cegado
busca caminos
oteando el deseo ajeno...

Exquisito y sereno,
pleno de olas contenidas
-a fuerza de tantas sequías-
se hizo mar y oasis
en la buhardilla
de los absurdos...

Por instantes
arribó la calma noble
en que renacemos
al morir
presos en otro...
Pero era sólo
un rumor de hecatombe,
presagio de grieta inacabada,
huella de un terremoto
de carne y verso.

Detrás suyo
sábanas dulces
doblan las campanas
y la piel inscribe
certera un epitafio:

"Para quien se advierte
como promesa inacabada
en manos del deseo..."