lunes, 12 de marzo de 2012

Ignoro

en qué pretendido último olvido
erramos el camino
donde solíamos hallarnos...

Cuándo se volvió real
la consigna de desterrarnos
para siempre jamás
de ser huella inagotable,
fuente redentora.

Cuál fue el rito certero
para ahuyentar
la certeza
del sueño lejano
-y también
el único verdadero-.

Qué melodía desvelada
dejó de ser juego
enmudeciendo
venas y memorias
y ahora es himno
inmanente,
conjuro mordaz
que nos aleja
del latido sincrónico,
la risa noble,
el andar quedito...

Qué damisela cayó
de tus manos
quebrándose
sin retorno posible;
cuántas travesías deformaron
tu rostro desdibujándolo.

En cuál madrugada
el mezcal
cerró las heridas
y apagó el dolor
de la distancia.

Cómo nos convertimos
en extraños
amigos con vocación de amarse.

Qué pupilas
nos convierten en algo más
que dos mamíferos agradecidos:
sabios, prestos,
complacientes
para lamerse las heridas
e inertes para amar
en acción.

En guardianes
remotos
del bienestar
-por supuesto, ajeno-
del otrora amado

¿Notas amordelavida
que del grito alborotado,
de la epopeya volcánica
y el delito frecuente,
de la lucha encarnada
que fuimos
sólo susurros
nos quedan?


II

Pequeñitas
como eran,
me abrazaba
a las perlas
de nuestras memorias.

Insurrectas,
las realidades,
aniquilaron
cuanto de ellas
quedaba...

Aun
viéndolas ya perdidas
les recordaba:
no hay adiós posible
sólo reencuentro cercano;
seamos Penélopes,
hay puertos suficientes
para dejarnos hallar
(y ellas, presas
de la promesa sirénica,
me siguieron
por doquier).

Sólo ahora,
que vamos
a la deriva
de los caprichos
de la rosa de los vientos,
cada despedida
es nuestro más
cercano hastasiempre,
ojalá no volvamos
a vernos...

III

Ahora los labios
están vacíos
de pieles silenciosas,
regocijantes,
y repletos
de desamparos pactados
con disfraz
de obligación...

No hay tinta capaz
de rescribir en esta historia
algo más que un epílogo
desenfadado y tierno.

Es hora
de guardar
en cajitas de cristal
-cual vestigios
dignos de museo-
los mejores momentos;
"de recoger el changarro"
-vos lo dijiste-,
y emigrar
desde cero;
de tomar en serio
el más puro olvido;
de ser toda río
hasta desecar
la última neurona
capaz de emularte.

Y si algún
encarnado deseo
se aferra con uñas y dientes
mentirle con alevosía:
guiarlo a tientas,
con la luz apagada,
hasta convencerlo
de que pronto volverás
con esferas, letras y magia.

Luego la huída
de quien fui en ti,
con el objetivo superior
de llegar al mismo camino
donde te encuentras:
olvidarte.